Si la política es el arte de lo posible, José Ramón Bazá ha fracasado de manera estruendosa. Después de que el Tribunal Superior de Baleares suspendiera el modelo de enseñanza TIL por graves fallos de forma, el president se encuentra ante una montaña de escombros. Ya no hay en los colegios e institutos públicos un plan de enseñanza unificado, cada centro hace lo que le parezca. El más importante proyecto de la legislatura se ha estrellado contra un muro. La reputación de Bauzá está tan maltrecha que cuesta imaginar cómo su carrera política pueda volver a tomar un curso ascendente. Se equivoca quien atribuye esta derrota tan solo a la falta de flexibilidad del profesorado, en su mayoría firme partidario del catalán. El responsable de este desastre es el mismo Bauzá. Al contrario de lo que a veces se sostiene, en la comunidad educativa fácilmente puede haber una mayoría a ­favor de la ­ampliación de la enseñanza del inglés. Fue la manera cómo se pretendió implementar la que, en parte, explica el rechazo: mal concebido y preparado, el TIL ni fue consultado con los afectados, ni dotado de recursos económicos. Bauzá apostó por imponerlo a la fuerza y se sirvió de una consellera, la ahora destituida Joana Maria Camps, ajena al sector. Al mismo tiempo, el president renunció a un consenso social -privilegiar el catalán por encima del castellano- que durante décadas fue compartido por el mismo PP y por el que aboga la mayoría de la comunidad educativa. Algo así, naturalmente, se puede hacer, pero no a la fuerza. No es ninguna casualidad que las primeras medidas de la nueva conseller Nuria Riera consistan en buscar aquel diálogo con todos los implicados que se echaba en falta. Incluso si el Tribunal Supremo, en contra de lo esperado, volviera a dar vida al TIL, ya no se ha de volver atrás. No hay alternativa a la búsqueda de consenso en materia educativa.