Lo que resulta económico o caro tiene que ver más con psicología que con economía de mercado o engaño: si la vista al famoso peñón agujereado de Na Foradada en la costa noroeste hasta la fecha era gratuita, una entrada de 50 céntimos por supuesto que resulta un aumento de precio inmenso para más de un visitante ­habitual. Para un turista que compare este tiquet con otros de sus gastos vacacionales, en cambio, resulta ser un precio relativamente bajo.

Los propietarios de la possessió del Archiduque Son Marroig han caído en esta trampa psicológica. ¿Se justifica una tarifa de 50 céntimos? Sí, desde luego. El terreno es de propiedad privada, y los dueños, en principio, no tienen por qué dejar aparcar en su propiedad, poner a disposición de los visitantes aseos y estar al tanto de que nada suceda. Para poder disfrutar de la vista panorámica sobre mar, peñón y puesta de sol, está en el interés de todos que este mirador esté bien cuidado y aseado. Quien ante este trasfondo califique los 50 céntimos como un

robo, ha interiorizado demasiados anuncios publicitarios a lo "yo no soy tonto".

Ahora bien, ¿ha sido hábil la familia propietaria en la manera cómo introdujo este cobro? No, ciertamente no. Aun al margen de los requisitos formales de una licencia de actividad, en la que también el fisco tiene algo que decir, hubiese tenido mayor aceptación una tarifa para aparcar en vez de una entrada para disfrutar de las vistas panorámica. De esta manera, tampoco se hubiese generado la impresión de estar ante modernos asaltantes de caminos, semejantes a aquellos otros de los que dan cuenta los turistas que han viajado por todos los rincones del planeta. Si bien es de sobra conocido el valor que los mallorquines conceden a la discreción, una mejor comunicación hubiese ayudado. Una nota a los medios y a los turoperadores para informar del necesario cambio. O un letrero que sobre el terreno en varios idiomas explica a qué se dedican estos ingresos. Entonces, en vez de un robo, quizás se estaría hablando de una ganga.