La indignación fue generalizada el martes por la mañana: animalistas de todas las nacionalidades se escandalizaron unidos sobre el hecho de que la hembra chimpancé Eva fuese abatida a tiros en vez de anestesiarla y devolverla al Safari Zoo. Los argumentos de que el alcance de los rifles con dardos anestésicos no es ilimitado fueron ignorados por estos autoproclamados expertos y las acusaciones contra estos "asesinos de animales" rápidamente aireados sin mayor conocimiento de causa. El portavoz de la asociación proteccionista "Proyecto Gran Simio" cavilaba de que los chimpancés habían escapado de su jaula "como también lo haríamos nosotros los seres humanos". Por supuesto que es loable el activismo altruista a favor de los animales. Pero es ingenuo humanizar su conducta. Los chimpancés no son los simpáticos y graciosos compañeros de juego que personificaba la Chita de ­Tarzán. Son animales salvajes y sumamente fuertes que incluso la famosa investigadora Jane Goodall, después de años de intensa observación y estudio, calificó de "muy brutales entre sí" y "capaces de matar de manera sistemática y cruel". Los chimpancés se escapan una y otra vez se escapan, incluso de zoológicos supuestamente ejemplares como los de Hannover, Liverpool o Basilea - y en sus huidas una y otra vez hieren a seres humanos. Este peligro es aún mayor en el caso de animales con problemas de conducta que pasan sus últimos años en el Safari Zoo. ¿Es triste ver a los animales en sus desoladas jaulas? Sin duda. ¿Es ésta una mantención acorde a su especie? Más bien no, pero se ajusta a la legalidad vigente. ¿El director del zoológico tiene parte de la culpa en la huida? Esto lo tendrá que aclarar la policía. Pero seamos sinceros: Si el chimpancé fugado hubiese herido severamente una persona, tal y como ha vuelto a suceder una y otra vez en el mundo a lo largo de los últimos años, ¿qué tan grande hubiese sido entonces la ­indignación generalizada?