El pasado estará muy presente en Mallorca durante las próximas semanas: por medio de dos leyes, el Govern de izquierdas quiere abrir el expediente de la guerra civil y hacer justicia a las más de 2.000 víctimas mortales del régimen franquista (1939-1975) enterradas de manera anónima en fosas a lo largo y ancho de la isla.

En vez de repasar el pasado, cuya memoria todavía no se he recuperado ni asumido, proponemos una mirada optimista, por no decir utópica. Imaginé­monos que la ley de fosas se debata en las próximas semanas en el Parlament. El Govern, a pesar de las dificultades económicas, aprueba un presupuesto suficientemente alto para poner en práctica el proyecto. Los diputados del Partido Popular, en la oposición, hacen de tripas corazón y votan por una ley que de esta manera es aprobada de manera unánime y también participan en la comisión parlamentaria que aclara todos los aspectos prácticos de la apertura de las fosas.

A tiempo para el 17 de julio del próximo año, cuando se conmemore el 80 aniversario del estallido de la guerra civil, un equipo interdisciplinario se pone a trabajar: arqueólogos recuperan los primeros esqueletos, historiadores documentan los yacimientos, forenses comparan las pruebas de ADN de los huesos encontrados con las de los hijos y los nietos. En actos de homenaje, los restos mortales son trasladados a los pueblos de origen -solo una minoría de las víctimas fueron enterrados en sus propios municipios-, y sepultados en tumbas familiares. Estudiantes de historia preparan documentos, fotos y testimonios para una página web multilingüe que es objeto de atención internacional. Hasta se organizan visitas para turistas interesados en estos temas. Y mientras la ley de fosas balear se convierte en una modelo para una regulación a nivel nacional, los trabajos de exhumación se pueden completar en abril del 2019. 80 años después del fin de la guerra civil, este capítulo oscuro se habrá recuperado y asumido. Tarde, pero de forma insoslayable.