El próximo 20 de diciembre, a España le espera un formidable vuelco político: Podemos y Ciudadanos se disponen a romper el habitual reparto de poder entre PP, PSOE e Izquierda Unida y posiblemente incluso acabarán asumiendo responsabilidades ­gubernamentales. No se ha de temer este vuelco, todo lo contrario: estamos ante un sistema político que se rejuvenece y lo hace con dirigentes cualificados y con talento, da igual qué es lo que se piense en detalle de las opiniones políticas de Albert Rivera y Pablo Iglesias.

Y hay otra cosa que llama la atención si se sigue la campaña electoral y sus debates. Aquí no existe la tentación del populismo de extrema derecha que avanza de manera tan preocupante en otros países europeos. Aparte de algunos grupúsculos políticos y algún aislado derechista dentro del PP, aquí nadie azuza la xenofobia o la islamofobia, aquí nadie opta por ataques contra Europa. Los cuatro ­grandes ­partidos son democráticos, ­abiertos, proeuropeos.

Por supuesto que tampoco España está inmunizada por todos los tiempos contra el virus del populismo, ningún país lo está. También aquí hay racismo, tensiones entre los oriundos y los recién llegados así como un exagerado nacionalismo (especialmente en su variante intra­española). Asusta escuchar cómo en una parte de la población se arremete contra moros y sudacas. Pero casi siempre son habladurías a las que nadie presta demasiada importancia y de la que tampoco ningún político pretende sacar provecho. Vivir y dejar vivir, ésa es la consigna en la vida cotidiana. Y ello pese a que los últimos años de crisis económica podrían haber sido un terreno abonado para la xenofobia. Esta serenidad de la gente y el consenso democrático de los actuales dirigentes políticos contrastan muy favorablemente con mucho de lo que estamos viendo a nuestro alrededor. Más de uno en Europa y Alemania podría tomarse un ejemplo.