No dejan de tener cierta gracia las reacciones en la prensa de la isla al desembarco de Robert Sarver y sus amigos en el Real Mallorca, más aún si todavía se recuerda el refunfuñar cuando Utz Claassen tomó el mando en un club arruinado por la mala gestión económica. Ahora, supuestamente, se ha puesto la casa en orden y Claassen pasa el testigo a Sarver y Co. ¡A unos americanos de carne y hueso! ¡Que además invierten 20,6 millones de euros en el club! "Euforia", se entusiasmaban los colegas de "Última Hora" en su titular de primera página del miércoles (6.1.).

Ciertamente hay motivos para ser optimistas. Con semejante dotación financiera, ya no se tendrá que ahorrar hasta el último céntimo en la contratación de nuevos jugadores, lo cual no deja de ser una buena noticia ahora que el club, amenazado por el descenso, necesita urgentemente refuerzos. Aunque también es sabido que mucho dinero no necesariamente supone muchos éxitos: las contrataciones de jugadores, al igual que el fútbol en sí, están llenos de imponderables. Que el nuevo jefe sobre el terreno, Maheta Molango, desde un principio haga esta advertencia, es igualmente positivo. Sarver y Molango, además, subrayan que se trata de una inversión a largo aplazo, no de "una aventura". Eso mismo hemos escuchado muchas veces de Utz Claaassen. Quien ahora se retira algo del campo de juego.

El antiguo propietario y los nuevos dueños comparten la convicción de que Real Mallorca tiene posibilidades de convertirse en una marca internacional de fútbol que luego podría comercializarse con pingües beneficios. Es una proyección de futuro extremadamente audaz. Sarver y también Claassen no serían los primeros que se hayan dejado cegar por las cifras de visitantes y hayan sobreestimado lo que da de sí Mallorca. ¿Sabe usted por qué en la isla nunca ha habido un gran festival de música? Porque ni siquiera en temporada alta hay suficientes interesados. Con el fútbol, que en verano se toma un descanso, bien podría suceder algo parecido. Esperemos a ver qué pasa.