Tal vez simplemente era demasiado fácil y tentador cuando aún no se temían CDs de datos, agujeros informáticos o programas automatizados de control. Entonces, en el caso de muchos famosos, políticos y empresarios, los ingresos brotaban, por ejemplo durante el boom turístico en Mallorca. Y muchos banqueros y asesores fiscales estaban encantados de ayudar a encontrar modelos de ahorro fiscal a escala internacional. Tonto el que pagaba demasiados tributos de manera voluntaria. En vez de tener mala conciencia es de suponer que más de uno se creía muy listo.

No cabe duda de que el escándalo de los papeles de Panamá no ha hecho más que empezar y que las investigaciones judiciales están todavía pendientes. El solo hecho de crear una sociedad en el extranjero ni es reprochable ni ilegal por si solo. Sin embargo, también está claro que hacen falta mucha imaginación e inocencia para creer que las empresas pantallas en paraísos fiscales pudieran haber servido para otra cosa que defraudar a Hacienda. De este modo, valores patrimoniales de una dimensión todavía inestimable se ocultaron al fisco. Más vale no imaginar la cantidad de inversiones en infraestructuras, educación y el Estado de bienestar que podrían haber posibilitado.

Por un lado, las revelaciones -que seguramente aún depararán más sorpresas- tienen una función pedagógica. Cualquier rico a quién le sobre dinero se pensará dos veces si llevar su dinero al extranjero, corriendo el riesgo de ser puesto en la picota. A nivel digital, el mundo se está integrando, y Panamá sólo sigue estando lejos en el sentido geográfico. Por otro lado, la cobertura actual está intensificando la impresión de muchas personas de rentas bajas de que es verdad que "los de arriba" exigen sacrificios para el interés general, pero al mismo tiempo sólo piensan en sus propias ventajas. Entonces, ¿por qué preguntar por una factura en el taller de coches? También quienes no tengan que temer una filtración informática han de cuidarse de apuntar con el dedo a los pecadores de Panamá.