La detención de un supuesto propagandista del Estado Islámico en Palma es la confirmación de algo del todo evidente que se suele olvidar entre tantos dulces sueños vacacionales: Mallorca es parte de este mundo y es parte de sus conflictos. A la larga, esta isla feliz no podrá aislarse del terror y de la guerra, de la falta de perspectivas y de la miseria en otras partes. Ningún lugar en este mundo tan entrelazado se puede aislar. Y mucho menos en el Mediterráneo.

De momento, todo indica que el hombre de 26 años detenido en Palma es más bien un aspirante a terrorista que ni planeaba atentar en Mallorca ni hubiese sido capaz de ello. De ser así, ello sería tranquilizante, pero la detención debería servir de advertencia para seguir aumentando la vigilancia y las medidas de seguridad. Afortunadamente se puede partir de la base de que la policía española, experimentada en la lucha contra el terrorismo, ya está en ello.

Porque sí, es cierto: también cabe imaginar algo mucho peor. “Planes para atentar contra nuestras playas vacacionales” titulaba justo el martes (19.4.) el “Bild-Zeitung”. Remitía a una advertencia de las autoridades italianas sobre posibles atentados en Italia, España y el sur de Francia, es decir, en alguna parte en alguna zona vacacional. Es un titular irresponsable porque puede generar pánico y perjudicar gravemente a las regiones que dependen de los turistas.

Pero aun si algo hubiese de cierto en éstas u otras advertencias: ¿sería razón para no pasar las vacaciones de este verano en Mallorca o en el Adriático italiano? Desde luego que no. Hoy por hoy, un atentado es imaginable en todas partes: en un estadio de fútbol en Hannover, en un biergarten en Múnich o en una playa del sur de Europa.

Lo dicho: ya no hay islas. Te puede tocar en cualquier parte (y la probabilidad de que te toque, desde el punto de vista estadístico, es extremadamente baja, antes mañana mismo nos atropella un coche en el semáforo). Los terroristas ya habrían avanzado un buen trecho si por el solo temor a un atentado cambiásemos nuestras vidas.