Hay banderas en la playa cuya importancia está fuera de toda duda: El color amarillo significa riesgo, el rojo prohibición de baño, el verde buena mar. ¿Y la bandera azul? En sí es una distinción que con un sello de calidad internacional ha de remarcar el respeto al medio ambiente así como la calidad de las prestaciones para los bañistas. Este año, sin embargo, el ritual anuncio de las banderas azules, en el que, como en cualquier otro premio, hay ganadores y perdedores, se cuestiona a fondo. El Govern balear ha hecho saber a la respectiva fundación que las banderas azules no se han de sobreestimar y que no considera necesario pagar por una distinción que no hace más que certificar algo ya sabido: Mallorca y Baleares tienen muchas buenas playas.

En este conflicto, no obstante, ni el Govern ni la fundación hacen una bella figura. He ahí que se "pide" dinero por la evaluación, algo que tras el escándalo de organizaciones sólo aparentemente sin ánimo de lucro como Ausbanc y Manos Limpias genera suspicacias. La fundación ADEAC debería rápidamente organizar la financiación del procedimiento de tal forma de que no genere ninguna sospecha. Esto quiere decir: se paga por adelantado y quien no lo haga, no llega a tomar parte de la evaluación. En vez de mendigar los pagos, la fundación hubiese debido excluir los morosos de entrada.

Las Islas Baleares, por su parte, en los últimos años han alardeado de distinciones en cuya financiación desde hace ya tiempos que no participan. Puede que la consejería de Turismo las considere superfluas, pero los alcaldes siempre han izado sus trofeos llenos de orgullo ante la prensa. Sobre todo, Baleares este año aparece como mal perdedor. Casi todas las playas urbanas de Palma han perdido con razón las banderas azules debido al problema de los vertidos. Da igual la opinión que a uno le merezca que la distinción por lo general se otorgue a playas poco idílicas y más bien urbanas: para los bañistas siempre será preferible a la bandera roja.