Como decía hace años un conocido periodista deportivo de la isla: "El Real Mallorca es todo menos un club de fútbol corriente." Es esto lo que ha vivido Utz Claassen en su propia piel desde que entró en el Real Mallorca en noviembre del 2010. Las interminables luchas de trincheras en el consejo de administración desmoralizaban hasta al aficionado más fiel, lo que también hizo mella en la imagen de Claassen.

Ahora, el alemán se retira oficialmente de la primera fila. El 30 de junio Claassen deja la presidencia y se queda solo con su participación minoritaria y un asiento en el consejo de administración. El hecho de que el club durante su presidencia jugara en Segunda División, para Claassen, quien gusta pensar en grande, debe haber sido una mácula considerable. El equipo se mantenía en los últimos puestos de la tabla, y los jugadores necesitaban prismáticos para ver los puestos de ascenso.

Por supuesto que el presidente no estaba en el césped jugando. Sin embargo, tuvo parte de la responsabilidad en algunas de las equivocaciones en materia de fichajes. Al técnico Albert Ferrer se le eligió en un casting, y es de suponer que el alemán también tuvo que ver con la contratación de varios jugadores.

Lo que sí hay que valorar mucho en Claassen es su inversión de tiempo y dinero en el club. Sin sus millones, el fútbol profesional posiblemente ya se habría acabado en Mallorca. Bien es verdad que muchos nunca se creyeron su entusiasmo por el Real Mallorca. Pero Claassen no habría puesto tanto empeño sin sentir por lo menos un poco de simpatía por el RCD. Mostró persistencia cuando todo iba manga por hombro en el consejo de administración. Y consiguió, al menos en parte, sacar al Real Mallorca de la marginación social en la que había caído después de descender de la Primera División. Después de la exitosa ampliación de capital y la entrega del club a un grupo de inversores estadounidenses, la decisión de Claassen de ahora retirarse no es más que consecuente.