El Govern balear en pleno verano ha publicado una ley de evaluación ambiental de 36 páginas en la que una pequeña disposición final, que fácilmente se puede pasar por alto, permite la entrada de senderistas a las llamadas zonas de exclusión altamente protegidas. Estos son palabras mayores, más aun por parte de un Gobierno que dice enarbolar las banderas de la protección del medio ambiente y la sostenibilidad. Todo indica que con esta disposición se pretende satisfacer a aquellas plataformas ciudadanas que desde hace años luchan por la apertura de los caminos públicos que atraviesan fincas muy concretas, como la de Ternelles de la familia March.

Ello, en principio, es una pretensión legítima. ¿Por qué estos singulares pasajes han de ser accesibles tan solo para unos pocos multimillonarios? ¿Por qué no abrirlos un poco para la sociedad, teniendo en cuenta tanto la propiedad privada como el histórico derecho de paso? Sucede que estas posesiones se extienden por una parte de las zonas de exclusión, en las que subsiste una singular y muy amenazada flora y fauna. Para preservar este tipo de espacios naturales altamente vulnerables, el ser humano, en lo posible, ha de mantenerse alejado, lo cual no solo es razonable, sino que corresponde a una práctica ambiental hoy día generalizada a nivel europeo. En estas zonas no se anda pisoteando matorrales. Los senderistas mallorquines aducirán que esto no lo hacen, que tienen cuidado.

Sucede, sin embargo, que a diferencia de lo que pasaba hace unas décadas ya no estamos hablando de unos cuantos naturistas regocijándose en las montañas. Con el cambio de las costumbres de ocio se ha generado un movimiento de masas del que tampoco se pueden restar los 300.000 senderistas vacacionales que, según estimaciones, vienen cada año. No hay vuelta de hoja: Estas zonas tienen que seguir siendo prácticamente inaccesibles. El hecho de que se encuentren en propiedades privadas que se quisieran democratizar no viene al caso. Más aún si nosotros los seres humanos no siempre tenemos que acceder hasta el último rincón.