Todas las ciudades ofrecen unas vistas de postal y otras zonas que los visitantes no suelen llegar a ver. También es el caso en Palma, aunque con la diferencia de que aquí los contrastes son muy inmediatos. Justo al lado del colorido mundo del aeropuerto de Palma se encuentran las chabolas de Son Banya. Dos calles detrás del paseo de moda de Portitxol hay viviendas sociales en las que el boom inmobiliario no ha dejado huella. Y los futuros visitantes del Palacio de Congresos cuyos costes de construcción ascienden a 110 millones de euros podrán pasearse entre bares de trabajadores, sencillos balcones con la ropa tendida y parcelas vacías.

Por lo menos durante algún tiempo. A largo plazo, el barrio del Nou Llevant tiene muchas posibilidades de convertirse en una zona atractiva e innovadora (págs. 4-5). Hay una serie de argumentos que apuntan a este desenlace. Cuesta encontrar una zona en Mallorca mejor comunicada. La puesta al día de la infraestructura ha terminado, la crisis ha acabado. También están resueltas en gran parte las disputas judiciales en las que habían desembocado los cambios de Gobierno y las reconversiones de terrenos. Y sobre todo: El Palacio de Congresos, una especie de faro urbanístico que ojalá luzca muy fuerte, por fin entrará a funcionar.

El Nou Llevant ofrece la oportunidad de seguir haciendo la ciudad más atractiva sobre todo para la gente que vive y trabaja en ella y no dejar que se convierta en una especie de telón de fondo para recorridos turísticos. Aquí pueden nacer cosas nuevas cuya modernidad puede que no guste a todo el mundo, y aquí pueden ponerse en valor cosas del pasado como el edificio Gesa salvado en el último momento. El barrio por el que hasta ahora casi todo el mundo pasa conduciendo sin fijarse en él podría ser en el futuro una nueva entrada de Palma. No parece improbable que en 2017 ya podamos apreciar algo de este futuro Nou Llevant, y por extensión del potencial que tiene esta ciudad. Al fin y al cabo, hay varios proyectos más en el cajón.