Algo así apenas se conocía en España durante los últimos años: Una huelga detrás de otra en estos días. Los estibadores, que cargan los grandes buques de contenedores, ven en peligro sus derechos privilegiados y amenazan con paralizar el abastecimiento de una parte del país. Los empleados de los Servicios Ferroviarios de Mallorca son los responsables que desde hace meses haya trenes y metros cancelados. Y los taxistas tampoco cesan en su empeño de huelga.

Las huelgas y paralizaciones desde el punto de vista de los trabajadores sí que son una buena noticia. Durante años, los empresarios en España tenían a sus empleados en su puño, bastaba con pronunciar la palabra "crisis". Sin tener que temer resistencia alguna, podían bajar sueldos y empeorar condiciones laborales hasta el punto en el que algunos trabajos precarios ya no cumplían con la más minima dignidad humana. Ahora que la economía está repuntando, parece que la autoestima de los empleados españoles, que ha sufrido mucho, vuelve poco a poco. Los trabajadores ya no aceptan cualquier impertinencia sino que se levantan a favor de sus intereses. Y sobre todo: Ya no se dejan intimidar, como tal vez habría sucedido hace cinco años por el miedo a perder el trabajo.

Dicho esto, hay que fijarse en los detalles. A ellos, que ahora están de huelga, no les iba ni les va tan mal. Los estibadores, que alegan una gran responsabilidad en su puesto, al fin y al cabo rondan los 60.000 euros al año. Y tampoco los taxistas y los maquinistas, en la mayoria de los casos, no son los que llegan justos a fin de mes. Precisamente estos trabajadores, en comparación con otros en España, cuentan con unas condiciones laborales bastante lujosas. Y, por lo tanto, deberían de tener cuidado de que la comprensión de la que todavía gozan en una parte de la población no se transforme en rechazo y, de este modo, se convierta la huelga en un efecto bumerán.