Antes, Cala Varques sólo la sabían encontrar mallorquines y sus amigos más íntimos. Hoy resulta fácil: Para llegar al otrora idilio hay que desviarse al lado de la carreterra entre s´Estany d´en Mas y Cales de Mallorca, allí donde los coches están aparcados donde quepan. Es evidente que así no se puede seguir, ni en Cala Varques ni en los demás sitios emblemáticos en la costa mallorquina que se encuentran saturados de visitantes. Hacen falta autobuses lanzadera, también conceptos para el transporte público y al mismo tiempo una regulación - y también limitación - de las cifras de visitantes. Prácticamente todos entienden esta necesidad, incluso se dispone de los recursos necesarios y, sin embargo, es previsible que la puesta en marcha no resulte tan fácil.

Ello se debe en primer lugar a la presión del tiempo, pero también a las distintas competencias así como a la inclinación por un debate público en el que no reinan los argumentos, sino las posturas adoptadas de antemano. La cada vez más numerosa afluencia de turistas no es un fenómeno nuevo. Desde hace años están subiendo las cifras de visitantes en verano y se refuerza la tendencia de unas vacaciones individuales en las que los turistas no se quedan en las llamadas zonas turísticas sino prefieren explorar con su coche de alquiler la llamada Mallorca desconocida.

Y mientras que algunas instituciones se apresuran y cierran las calles sin perder el tiempo, otras prefieren contar primero los coches. Dependiendo del color político, algunos municipios se niegan a aceptar el sistema de autobuses lanzadera que tiene previsto el Govern. Y otros alcaldes con ideas más ambiciosas no disponen de las competencias necesarias.

Pero el riesgo más grande es que el debate se desvíe. Ni se trata de restringir la movilidad de los mallorquines, ni se trata de mantener a los turistas alejados de los sitios emblemáticos de Mallorca. Se trata sencillamente de que no todos pueden visitar a la vez, y mucho menos en su coche particular, sitios que alguna fueron secretos.