Existen inversiones peores que un bien inmueble en el centro de Palma - sobre todo, si en él se alberga a turistas. En épocas de tipos de interés en mínimos, la inversión inmobiliaria en Mallorca no es mala elección, el turismo en la isla sigue en auge y los destinos competidores de Baleares siguen sin recuperarse. No es de extrañar, por tanto, que los inversores hagan cola y en la actualidad haya 63 solicitudes pendientes para establecimientos turísticos de todo tipo en el centro de Palma. En caso de que todos ellos se inauguren, la cifra de plazas turísticas se duplicaría superando los 4.000.

Ante este trasfondo, la moratoria para nuevos hoteles en el centro de Palma resulta más que justificada. El desarrollo turístico en la capital balear está fuera de control, Cort tira del freno de emergencia. Aparte de que ahí puede estar creciendo una burbuja especulativa, son cada vez más los palmesanos que ya no se sienten a gusto en una ciudad que en muchos rincones ha ­caído en el torbellino de la llamada gentrificación o amenaza con convertirse en un decorado turístico. La oposición critica la medida como improvisada, pero al menos no crea inseguridad jurídica al seguir tramitándose solicitudes ya presentadas. Y hay también justificadas excepciones de la moratoria como pequeños y lujosos hoteles boutiques que posibilitan la reforma y la conservación de edificios protegidos.

Pero la moratoria ni es una solución duradera ni sustituye una política turística a largo plazo. Es un parche que a lo sumo puede servir hasta que Palma fije su nuevo Plan de Ordenación. La ciudad está en una fase de transición, también ante el trasfondo del alquiler vacacional. Pese a los escollos jurídicos se tiene que implementar rápidamente la nueva regulación para las Baleares. Con ella, el Ayuntamiento podrá decidir barrio por barrio dónde pueden pernoctar huéspedes de Airbnb. Palma tiene que gestionar los flujos de turismo, y no prohibirlas.