Es legítimo aumentar el impuesto del turismo sostenible en Baleares? ¿Incluso doblarla, y ello apenas año y medio después de su introducción? Desde un punto de vista de la política local la respuesta es: se debe aumentar. Es más: el incremento del hasta ahora moderado tributo para el año que viene es tardío. El Govern de izquierdas se ha visto sobrepasado por los acontecimientos y ahora se ve arrinconado por el sector izquierdista y ecologista. Pese a que la coalición entre socialistas y Més per Mallorca ponga en marcha proyectos cruciales para encauzar y gestionar la afluencia turística, continúan las protestas y el lobby ecologista aumenta la presión convocando a una manifestación masiva.

Una moratoria para la autorización de viviendas vacacionales, controles y sanciones en el caso de los apartamentos, un tributo turístico que no exime a los cruceristas: el Govern de izquierdas hubiese debido aplicar todas estas medidas antes de la actual temporada récord para seguir siendo creíble a los ojos de su propia base. El hecho de que estas medidas no se pudiesen implementar antes tiene que ver con la complejidad de estos asuntos, con la tortuosa toma de decisiones de un gobierno en minoría y con las muchas cuestiones abiertas que se han de tratar de manera simultánea. Los ecologistas mallorquines deberían reconocerlo en vez de embestir por la espalda contra aquella gestión de gobierno que más se acerca a sus pretensiones.

La decisión de doblar la llamada ecotasa se tomó bajo la impresión de la actual temporada. Sus efectos, sin embargo, tan solo se verán en 2018. Entonces se requerirá de una fundada estrategia de comunicación para hacer frente a las dudas de los visitantes: ¿Por qué he de pagar el doble si Mallorca ya de por es cada vez más cara? ¿Dónde puedo ver los proyectos que pago con mi dinero? ¿Y he de dejarme insultar por pintadas hostiles al turismo, pese a haber pagado? Aunque Mallorca quiera y deba gestionar la afluencia turística, los visitantes tienen que seguir sintiéndose bienvenidos.