Los que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en Mallorca, con familia, amigos y socios allende del Mediterráneo, necesitamos de múltiples, económicas y fiables conexiones aéreas. De lo contrario, de repente nos damos cuenta dolorosamente de lo que conlleva la existencia isleña, por ejemplo cuando se cancela un vuelo o se despega horas más tarde. Al fin y al cabo, no podemos subirnos a un AVE para llegar de otra manera a nuestro destino. Y nuestro coche solo nos llevará hasta la orilla. No extraña por tanto el hecho de que cada noticia sobre los enormes cambios en el tráfico aéreo nos hagan esperanzar y temblar a la vez. No solo se trata de si un billete de A hacia B cueste como media 15 o 20 euros más o menos. Se trata sobre todo de la posibilidad de poder planificar y contar en todo momento con poder llegar al país de origen o de regreso a la isla a un precio medianamente asequible. Se trata de poder fiarnos de que los billetes no pierdan validez; de que los viajes tengan lugar no en el minuto exacto, pero por lo menos el mismo día; de que como consecuencia podamos acudir a citas privadas y profesionales urgentes sin estrés. Queremos confiar en que nuestro equipaje no se pierda y que en el caso de problemas -mareos a bordo del avión, conexiones perdidas, equipajes de mano olvidados- estén a nuestro lado profesionales competentes. Y, qué duda cabe, queremos estar completamente seguros de que los aviones pasen por un mantenimiento regular, que los pilotos sean entrenados de manera profesional y que los protocolos de emergencia sean examinados a fondo y ensayados una y otra vez. Muchos de estos factores se dan si los que colaboran son equipos experimentados. Y funcionan cada vez menos si únicamente deciden sobre el destino de las aerolíneas y de sus plantillas las rápidamente cambiantes columnas y tablas de Excel. Después de más de un año de vertiginosos cambios en el tráfico aéreo los isleños estamos deseando estabilidad, fiabilidad y previsibilidad.