Las reacciones tras la presentación del centro comercial Palma Springs no pueden ser más dispersas: Mientras que el president del Govern, José Ramón Bauzá, y el alcalde de Palma, Mateo Isern, del Partido Popular (PP), se elogiaron a sí mismos el lunes, hablando de "inversiones urgentemente necesarias", con miles de nuevos puestos de trabajo y la deseada revaluación de la Playa de Palma, la portavoz de los socialistas, Aina Calvo, tildó el proyecto de amenaza para el pequeño comercio allí y también en el casco histórico. Advirtió que el número de puestos de empleo en peligro sería mucho más elevado que los nuevos prometidos. Y no faltan los medioambientalistas que temen la posible destrucción de la última zona húmeda de Palma y del peligro para especies raras de plantas y pájaros.

Para palabras mesuradas no parece haber lugar. Tomemos el medio ambiente: Claro que uno debe preguntarse si deben iniciarse obras sobre aún más superficies de la isla. Por otro lado, el área digna de protegerse está vacía desde que en los años setenta habían sido depositado ahí los escombros de la construcción del nuevo aeropuerto. Además, los promotores del centro comercial por lo menos quieren preservar como zona verde 20 de los 32 o 35 hectáreas.

Y si nos fijamos en el pequeño comercio, no sólo existe blanco y negro: Muy probablemente, la competencia global en el nuevo centro desplazaría tiendas más pequeñas en la Playa de Palma. Sin embargo, uno no echaría de menos una gran cantidad de aquellas tiendas destartaladas por ahí, y la zona podría ganar gracias a una arquitectura atractiva. Con seguridad habría también muchos visitantes que prefieren hacer sus compras en el casco histórico mediterráneo de Palma en vez de acudir a un centro comercial estéril como en casa. La verdad se encuentra situada probablemente entre perdición y promesa de salvación.