Los alemanes no sólo tienen fama de campeones mundiales viajeros sino también de criticones. Y ésto se nota especialmente en los lugares de vacaciones. Pero reclamación no es lo mismo que reclamación. Por un lado están ahí los protestones notorios, quienes siempre y en cualquier lugar se quejan. Y, por el otro lado, tenemos a personas que protestan con toda la razón del mundo, por ejemplo porque fueron alojados en un hotel mucho peor que el previsto.

Los primeros tienen la culpa por la cual los alemanes se ganaron la fama de poner reparos a cualquier cosa. Critican que en la isla se encuentre demasiada basura. Que las rutas estén en mal estado o que en una playa natural estén esparcidas plantas - la posidonia ecológicamente valiosa y no algas. Quien tenga problemas con ello, mejor pase sus vacaciones en la limpia y apacible región al norte de los Alpes. Mientras, los que pagan tan sólo 400 euros para una semana con vuelo, hotel y comida incluidos, pero esperan habitaciones de lujo y alimentación "gurmet", mejor tengan a mano una calculadora. Más vale que los ávaros no tengan tanto en cuenta la calidad.

Al segundo tipo de criticones, los responsables del turismo en Mallorca mejor los tomen en serio. Si los turistas en hoteles supuestamente reformados o elevados a una categoría superior sólo se tropiezan con chapuza y un servicio de atención deficiente, ésto puede dañar la fama de todo un ramo industrial. No es suficiente promulgar leyes rápidamente, para promover el turismo de calidad tan alabado. Las autoridades deben controlar a los hoteleros. No cualquier lugar donde dicen que tienen más estrellas realmente tiene más estrellas. Ésto también debe aplicarse a las ordenanzas pensadas para los sitios de excesos festivos: Si éstas, como ocurrió, llegan a los titulares en toda Europa, se tienen que llevar a cabo. Sino, uno se hace el ridículo, mientras que los turistas que realmente creen que funcionan, se cabrean. Con toda razón.