No es la primera vez que policías alemanes prestan servicio en Mallorca. Desde hace algunos años, en la temporada alta, se envían agentes a la isla vacacional para que apoyen a sus colegas españoles en los centros turísticos. Ello tiene sentido porque así se salvan obstáculos idiomáticos y diferencias culturales, con lo que la resolución de los conflictos se vuelve más fácil. Pero rara vez esta cooperación internacional parece haber sido tan fructífera y positiva como ha sucedido en Cala Rajada, donde en los dos meses pasados ha estado en acción una policía procedente de Berlín. Con sus ante todo visitantes alemanes y su zona de marcha potencialmente conflictiva en temporada alta, esta localidad está predestinada para la actuación en Mallorca de funcionarios alemanes.

Estos agentes aún serían de mucha mayor utilidad en la Playa de Palma, donde la policía española incluso tiene que recurrir a traductores para amansar a alemanes alcoholizados. Los policías de intercambio, sin embargo, no pueden ser trasladados a la zona entre Can Pastilla y Arenal porque ésta es responsabilidad de la Policía Nacional, y no de la Guardia Civil con la que coopera la policía alemana. No es éste un obstáculo insalvable, pero ha de tenerse en cuenta en futuros acuerdos de cooperación.

Magaluf, la otra zona caliente en la isla, sí es responsabilidad de la Guardia Civil, pero allí se necesitarían policías británicos. Y no unos que cual becarios acompañan a sus colegas españoles, se toman selfis, se van de juerga nocturna y se les manda a casa después de apenas dos semanas. Para que los bobbies realmente puedan actuar, necesitarían de las mismas competencias que la policía española. Y para ello, el Reino Unido primero tendría que firmar el tratado de Prüm que regula la cooperación entra los organismos policiales. Hasta finales de 2015, Londres pretende tomar una decisión al respecto.