Quien pensaba que en España los proyectos de prestigio que devoran millones de euros - aeropuertos innecesarios o lujosos trenes de alta velocidad - pertenecen al pasado al haberse dado cuenta el país de que los años de las vacas gordas definitivamente han terminado, recibe estos días una lección del nuevo Govern balear: ya en 2016 se pretende crear una facultad de Medicina. Sin verdadera necesidad, solo por que a los gobernantes les gustaría tener una y porque el nuevo pacte entonces podría alardear de que fue inaugurada bajo su mandato. En el caso de esta facultad, es cierto, no se trata de un proyecto de miles de millones, aunque los costes presupuestados seguramente se dispararán, como sucede tantas veces. Pero en vista de la situación presupuestaria y todos los demás frentes abiertos en las dos consejerías implicadas, Salud y Educación, la mera idea de crear una carrera de Medicina sabe a irresponsabilidad política.

La Universitat de les Illes Balears desde hace años se queja de unos recortes que van en paralelo al aumento del número de estudiantes. Mientras en 2009 aún podía gastar 5.000 euros por estudiante, en 2013 ya solo fueron 3.760 euros. ¿No sería entonces más urgente destinar todo euro disponible a las carreras ya existentes en vez de regodearse en las supuestas ventajas de una nueva facultad? Más aún si en el sector educativo hay otros asuntos con qué lidiar: el dinero también estaría bien invertido en un nuevo modelo de enseñanza (tras el fracaso del TIL) o en la lucha contras las extremadamente altas tasas de abandono escolar. En Sanidad sucede más de lo mismo: las listas de espera siguen siendo peligrosamente largas, mientras que el personal especializado desde hace años espera las pagas extras que le corresponden. Mallorca no necesita más médicos formados sino ante todo más puestos de médico. Quien tenga la perspectiva de un buen puesto de

trabajo, estará dispuesto también a asumir un estudio en la Península.