Hay distintos tipos de escándalos - en la mayoría de los casos estallan con mucho ruido, dominan los titulares de los medios de comunicación y poco a poco se difuminan. Pero también hay otro tipo de escándalos que siguen allí y pasan desapercibidos porque nada sucede y otros asuntos causan más ruido.

Un escándalo de este tipo es el caso de la energía solar en Baleares. Según las cifras oficiales, solo existen 500 instalaciones de menos de cien kilovatios - a pesar de una población de unos 1,1 millones de habitantes en el archipiélago. Eso equivale a un porcentaje de menos de un 0,05 por ciento. Con todo el carbón traído desde África, el gas natural del gasoducto y la energía atómica que llega por el cable de la Península, la proporción de la energía solar tiende hacia cero. Y ello pese a que las condiciones en Mallorca sean ideales.

Por una parte, la culpa la tiene una errada política energética incapaz de imponer límites al todopoderoso lobby de las ­grandes empresas y que en vez de fijar estrategias a largo plazo y buscar soluciones políticas solo tapa agujeros a base de parches. El resultado es un "impuesto al sol" que pone los pelos de punta. Por otra parte, falta también conciencia en el debate público, en el que se prefiere discutir sobre otros temas.

Por ello, todos y cada uno de nosotros debería comprometerse. Esto empieza por fijarse en la factura de la luz, determinar de dónde proviene la energía consumida y preguntar al proveedor de por qué no cuenta con una tarifa renovable. Consulte a las cooperativas por las alternativas existentes. Apoye iniciativas online que luchan contra el "impuesto al sol". Si usted tiene una finca, encargue un presupuesto para la instalación de placas solares en el que la amortización de acuerdo al nuevo Real Decreto. Pregunte al Govern por la posibilidad de subvenciones. Y si usted ya ha instalado placas solares, recomiende la instalación a los demás. Que luego adquiera fama de estar loco por la energía solar, es lo de menos.