Los que ven con frecuencia el telediario ya casi se saben de memoria el argumentario de los dos grandes partidos españoles. En vez de un discurso político, de los conservadores y socialistas se escuchan siempre los mismos lemas vacíos; en vez de debates, ataques personales; en vez de propuestas concretas, el típico "y tú más". Así quedó demostrado más que nunca en el cara a cara del presidente de Gobierno Mariano Rajoy con su adversario Pedro Sánchez el lunes pasado - parecían dos dinosaurios de otra época.

Pero también hay otra cultura política, como se pudo constatar en un debate televisivo de la semana pasada al que aparte del PP y del PSOE fueron invitados las cabezas de lista de los dos nuevos partidos Podemos y Ciudadanos. Es verdad que el discurso de Pablo Iglesias y Albert Rivera tampoco está exento de vacíos y tópicos. Y, sin embargo, al escuchar las nuevas ideas y propuestas de reforma uno entendía por qué tantos españoles dan la espalda a los dos viejos terratenientes políticos. Los populares y los socialistas se han encarnizado en el adversario del otro bando. ¿Acaso es un mérito del PP que Zapatero no haya sabido manejar la crisis económica? Y los socialistas, ¿son especialmente buenos por el mero hecho de que los conservadores se hundieran en la corrupción? Con tanto mirar al adversario, se echa de menos la creatividad política. En vez de nuevas ideas en materia de política laboral, de los socialistas se oyen ante todo lemas de lucha de clase. Y los conservadores parecen confundir demasiadas veces las reformas con los recortes.

Por todo ello, las elecciones de este domingo les van a pasar factura a ambos partidos. Podemos y Ciudadanos probablemente se convertirán de la nada a actores políticos del mismo rango. Independientemente de si cumplan sus promesas, por su mera presencia en el Congreso de los Diputados, los nuevos partidos provocarán una nueva cultura de debate y consenso y marcarán las elecciones como un punto de inflexión en la reciente democracia

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