Este periódico desde hace años mantiene que Mallorca tiene que apostar por un turismo sostenible. Esto, bajo determinadas circunstancias, puede significar también ponerle un techo, de alguna manera u otra, a la cifra de visitantes. No obstante, el tono histérico e irresponsable con el que este verano, sobre todo a la izquierda del centro político, se informa y se debate sobre la afluencia de turistas está fuera de lugar.

Sí, la isla está llena. Sabemos desde hace meses que este verano se batirán todos los records. Ahora lo podemos declinar en todas las variantes posibles: playa llena, aeropuerto al límite, escasez de agua. De hecho, lo hacemos. Nosotros, los medios de comunicación con nuestras informaciones, y los muchos residentes en la isla, da igual si mallorquines o no, que se la pasan despotricando; lo uno con frecuencia condiciona lo otro. Se puede, se debe discutir en la opinión pública sobre dónde está el límite de la capacidad de acogida. Y de cuando en cuando bien podemos permitirnos un suspiro colectivo. Como en Alemania sobre los atascos y el mal tiempo.

Más vale, sin embargo, no perder el sentido de la mesura. Porque también es un hecho que la isla estos días resiste bastante mejor de lo que sugiere el malestar esta especie de test de estrés. Más aún: la mayoría de los turistas con los que hablamos semana a semana se marchan satisfechos. Y esto es una buena noticia: Tan solo así regresarán a una isla que hasta nuevo aviso depende completamente de ellos. ¿O es que acaso queremos llevarnos las manos a la cabeza el año que viene porque en los hoteles no hay suficiente trabajo?

Y otra cosa sea dicha a aquellos que hablan de "invasión", "colapso" o incluso de "infierno": En un mundo ante cuyos ojos está teniendo lugar el drama de Alepo, más vale no usar cándidamente semejante vocabulario. Y menos aún en un isla como Mallorca que está tan bien que da envidia.