El escritor estadounidense Jonathan Safran Foer cuenta en su libro "Comer animales" cómo su abuela judía en la Segunda Guerra Mundial está a punto de morirse de hambre cuando un campesino le ofrece un trozo de carne de cerdo. Ella lo delina por motivos religiosos. Cuando su nieto espantado le pregunta por qué - al fin y al cabo podría haber muerto- ella responde: Si nada es importante, nada nada hay que salvar.

Si ahora después del ataque en Berlín volvemos a ver cómo políticos y agitadores de derecha intentan usar el horrible suceso para su inhumana propaganda, hemos de preguntarnos cuál es su imagen de Europa. Los enemigos de la sociedad libre no solo son los jihadistas, también lo son las fuerzas anti-musulmanas y xenófobas. El odio de Trump y Alternativa para Alemania, del Front National y Geert Wilders es igual de tóxico que el de los autodeterminados guerreros de Dios. Lo pérfido es que el populismo de derechas agita a expensas de la sociedad libre que pretende salvar. Así como los jihadistas lo hacen a expensas de los musulmanes. Pero si nuestros valores ya no cuentan, nada hay que salvar. El miedo está justificado, el odio hacia inocentes no.

Safran Foer no cuenta cómo reacciona el campesino ante la negativa de su abuela. Nos puede dar igual. Lo importante es cómo reaccionamos nosotros al presente. Nos enfrentamos a grandes retos. Quizás la Navidad sea el momento oportuno para recordarnos que magnífica es nuestra libertad, también en las cosas pequeñas. Podemos celebrar la segunda fiesta más importante del calendario cristiano en contemplación silenciosa, pero también como una orgía de regalos y consumo. Podemos celebrar los días con la familia o con conciudadanos solitarios y enfermos. Podemos olvidarlo todo y salir de marcha. Pero no deberíamos olvidar qué tan importante es tener esta libertad de elección. Y que la debemos defender. En este sentido: ¡Feliz Navidad! ¡Continuad siendo humanos!