Quien busque un trabajo en el mercado laboral de Mallorca, en primer lugar ha de tener una de esas cualificaciones exclusivas que tanto buscan las empresas. En segundo lugar, debe tener un enchufe, por ejemplo un cuñado que sea amigo del jefe de personal de una gran empresa. O, en tercer lugar, ser joven y dispuesto a aceptar un trabajo temporal y mal pagado, al menos para acumular experiencia. No existe un sueldo demasiado bajo; siempre habrá quien lo acepte.

Las penas de los jóvenes españoles que no encuentran trabajo son como el hilo conductor de la crisis económica de la que está saliendo el país, y son ellos los que han marcado la imagen que tenemos de ella. Pero mientras que los jóvenes, gracias a su edad, al menos puede que tengan la posibilidad de hacerse con un contrato fijo tras trabajar como becarios o pueden hacer de la necesidad una virtud y buscar su suerte en el extranjero, muchos parados mayores lo tienen muy complicado. En la avalancha de currículums, la edad rápridamente resulta un criterio de exclusión, sobre todo habida cuenta de la gran cantidad de puestos en el sector turístico y de servicios en los que la cualificación sólo juega un papel secundario. Esto también es un gran problema por el limitado alcance temporal de las ayudas por desempleo en España. Según la estadística de diciembre, el 46 por ciento de los parados en Baleares no reciben ningún tipo de ayuda.

Para extranjeros puede ser un escollo adicional que algunos sectores se tengan que descartar desde el principio por la falta de conocimiento de las lenguas isleñas o las trabas a la hora de convalidar diplomas. Y no todos los alemanes en Mallorca son autónomos, jubilados o adinerados. Son precisamente los residentes de muchos años y con bastante experiencia local los que prometen ser empleados valiosos. Completan - y esto vale tanto para españoles y extranjeros - un equipo de trabajo en el que todas las generaciones, con los mismos derechos, deberían estar representados. derechos.