Llegado para quedarse. Es éste el lema que cabría invocar en Mallorca para el coloquialmente llamado "ébola del olivo", también conocido bajo su casi onomatopéyico nombre latín xylella fastidiosa. La plaga, que ha convertido en paisajes fantasmales olivares enteros en el sur de Italia, ya llegó a la isla en 2012. Se podría arremeter ahora contra los políticos, reprocharles que reaccionaron con demasiada lentitud y dejaran pasar año tras año sin hacer nada.

Pero eso sería demasiado facil. Por un lado, los síntomas de la enfermedad hasta para los expertos son muy difíciles de detectar, Y cuando la planta ya muestra primeras señales de estar afectada, a menudo son muy parecidas a los efectos habituales de una sequía. Por otro lado, cuando la enfermedad llegó a la isla, apenas se le conocía en Europa.Las experiencias acumuladas con ella eran nulas.

Según lo que se desprende de conversaciones con representantes del sector agrario y de los viveros de la isla, el Govern, en la medida de sus posibilidades, ha reaccionado con rapidez y contundencia. Un desastre como en Italia, de momento, no parece a la vista. Es cierto que se podrían haber efectuado controles más estrictos en los puertos de la isla en los últimos años o que se podría haber tomado más muestras de plantas o árboles antes del primer positivo. Pero esto tampoco habría sido una garantía contra la xylella fastidiosa.

De momento parece que la conselleria toma muy en serio la plaga. Más que las administraciones en el sur de Italia en 2013. Allí la plaga se pudo extender de manera descontrolada entre otras razones porque amplias partes de la población creían que la bacteria había sido puesta en circulación por la mafia y porque muchos se negaron a talar los árboles. Así, el brote pasó a mayores. Y las autoridades aportaron lo suyo con una desidia rayana en lo criminal.