Hay temas más populares que el caso Nóos. La que fuera una red de empresas del cuñado del monarca español, las siempre iguales listas de delitos, las complejas cuestiones procesales: todo ello no es nada fácil de digerir. Sin embargo, por su enorme trascendencia, su presencia en el

debate público y la implicación de los más altos representantes de la sociedad española, la sentencia y las reacciones dan una idea de cómo está España en estos momentos.

Empecemos por la monarquía. El escándalo Nóos resultó un catalizador que trajo a la luz los lados oscuros de la Familia Real que hasta entonces por respeto al ya emérito rey Juan Carlos y con un amplio consenso se habían callado. La Familia Real tuvo que reformarse, apostar por la transparencia y al final ceder el poder a la siguiente generación. Aunque resulten dolorosas las decisiones y aunque sigan firmes los críticos a la monarquía, la Infanta Cristina ha salido bastante indemne y Felipe VI ahora puede volver a mirar hacia delante.

Si el caso Nóos acabó en los tribunales y terminó en sentencia, también es en gran parte un mérito de los medios de comunicación españoles. El periodismo investigativo se metió a fondo en este complicado asunto y contribuyó significativamente a esclarecerlo. En tiempos en los que los medios de comunicación críticos son censurados por gobiernos populistas -y aun cuando la Infanta haya tenido que sufrir un juicio paralelo- ello no es poca cosa.

Y allí está también la tantas veces criticada justicia española. Tal vez la sentencia resulte demasiado suave y la valoración del evidente despilfarro de dinero público desconcierte un poco. Al fin y al cabo, sin embargo, lo que cuentan son los hechos probados, y la sentencia tiene que sostenerse en segunda instancia. Estamos ante un caso de alto valor simbólico que se ha resuelto en circunstancias complicadas y de manera respetable.