Resulta que lo han hecho otra vez. Las tres grandes operadoras telefónicas españolas han subido fuertemente los precios para los contratos vigentes. La de manera eufemística llamada "adaptación" llegó de un día a otro y en el mejor de los casos ha sorprendido a los clientes. En el peor de los casos - probablemente en el de la gran mayoría de la población -, los clientes ni se han enterado ni tampoco lo van a notar si no se fijan muy bien en sus facturas.

Y es que la información se ha escondido justo al final de la factura. De esta manera, las empresas, sin mayores protestas, se embolsan millones de euros. Las organizaciones de protección al consumidor ya llevan mucho tiempo aconsejando defenderse contra los supuestamente arbitrarios aumentos de precios. Sin embargo, son pocos los españoles que se quejan.

También el momento del cambio es sospechoso. Hace poco que el proveedor Movistar volvió a comprar derechos de emisión de fútbol por un importe millonario de tres dígitos. El dinero hay que sacarlo de alguna parte.

Recién en 2015 Movistar tuvo que pagar una multa de 6,26 millones de euros por aumentar los precios a pesar de haber prometido antes en la campaña publicitaria "Para siempre" que no lo iba a hacer. Se ha engañado a nuevos clientes de manera intencionada. Con las multas o sin ellas, a fin de cuentas somos nosotros los clientes quienes pagamos la factura.

Llama la atención que también Vodafone y Orange hayan subido los precios casi al mismo tiempo. No vaya usted a pensar mal. ¿Dónde están las autoridades de la competencia quienes podrían y deberían poner fin a estas prácticas?

Así, no extraña que los españoles paguen las segundas tarifas telefónicas más caras de la Unión Europea. Sólo en el Benelux - Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo - se cobra todavía más, pero allí el nivel salarial también es bastante más alto.