Las peleas forman parte de los grandes botellones tanto como la famosa resaca del día después. Bajo los efectos del alcohol no solo caen las barreras psicológicas, en el caso de algunos idiotas el alcohol también aumenta la agresividad. Cuando cientos de turistas borrachos -sean de la nacionalidad que sean- se juntan en una salón de fiestas como el Bier­könig, cuando arde el sol y las bailarinas encima de las mesas revuelven el cóctel de hormonas, en algún momento el cerebro cervecero rebosa. En la mayoría de los casos, las incidencias se quedan en nada y todos siguen tambaleando su camino. El problema surge cuando este camino es el regreso al mundo real.

Pasean por las calles gritando, rompen los espejos traseros de los coches, patean los basureros, orinan en la playa desde el muro del paseo. Quien, sobrio, interviene como lo ha hecho recientemente el presentador de la televisión alemana, Hinnerk Baumgarten, corre el riesgo de ser molido a golpes hasta perder la conciencia. A más tardar en este punto se acaba toda comprensión con los juerguistas.Baumgarten no fue de fiesta a la Playa de Palma. La mayoría de los turistas quieren dar un paseo, comer algo con sus hijos y pasarlo bien tomando el sol en la playa. En vez de ello tienen que temer ser acosados por gente que hace sus necesidades en cualquier sitio.

Según los vecinos de la Playa de Palma, la situación empeora de año en año, y la policía no hace nada para impedirlo. Según la policía, lo sucedido no era tan grave. Que llegarán más policías en verano y que se ocuparán de todo ello. Tal vez en la estadística de la policía, las incidencias parecen menores. Sin embargo, la seguridad es sobre todo una sensación que ya con pequeñas experiencias negativas se puede enturbiar.

Más policías harían bien a la Playa de Palma. Sería todavía mejor si la policía tratara a los perturbadores con menos camaradería y no soltara para que puedan alcanzar su vuelo a casa a agresores que con sus zapatos puestos dan patadas a la cara.