Los 30 clubes de fumadores de cánnabis que existen en Mallorca son un buen ejemplo de una política antidrogas fallida desde hace ya muchas décadas. Estos clubes existen en un vacío legal creado por leyes contradictorias y sus respectivos márgenes de interpretación. El consumo de cánnabis está permitido en España dentro de las cuatro paredes de la propia casa; el cultivo para el autoconsumo se tolera; el comercio está prohibido. Con algo de buena voluntad de ahí se puede deducir que los consumidores se pueden reunir en espacios cerrados para fumar la marihuana que se ha cultivado para el autoconsumo, siempre y cuando no obtengan ganancias con ello.

Con algo menos de buena voluntad cabe argumentar que un club no es una vivienda particular y que proveer de marihuana a 150 miembros de un club ya nada tiene que ver con la plantita en la terraza. De ahí que un inspector jefe de la Policía Nacional subraye que estas versiones españolas de los coffeeshops holandeses en cualquier momento pueden ser selladas por ley. Claro que eso rara vez sucede. Por lo general, la policía no interviene o a lo sumo impone una multa. Porque le faltan recursos. Porque no hay muertos por sobredosis en el sótano. Porque no son los pesos pesados del crimen que alli actúan.

En vez de ello, la policía se centra en las plantaciones, claramente ilegales. En términos prácticos, de esta manera se acepta que los consumidores - muchos de ellos jóvenes adultos - sigan drogándose en los clubes de fumadores. Esto es contradictorio, pero se puede convivir con la contradicción. Como también en otras partes se convive con apaños que dan cuenta del hecho de que sencillamente una parte de la población consume cánnabis y que los perjuicios que de ahí se deducen son limitados. La consecuencia lógica sería una legalización que minimice los riesgos para la salud y facilite la lucha contra el mercado negro. Pero a ello no nos atrevemos. La resistencia en la sociedad es demasiado grande. De ahí que solo quede la política de los pequeños pasos por la que opta, con razón, el Govern de izquierdas.