Puede que tenga que ver con la coyuntura en la que se desarrolla el debate, pero todas las soluciones propuestas resultan poco prometedoras. El estado de excitación después de que otro video con una pelea entre alemanes en la Playa de Palma se hiciera viral es tan grande que de manera espontánea se exigen y se prometen muchas cosas que no tienen sentido. Es evidente que así no se lograrán parar los crecientes excesos en la zona turística más importante de Mallorca.

Empecemos con la indignación de los compatriotas alemanes que exigen la expulsión de los malhechores como si ésta fuese posible en tiempos de la libre circulación de personas. Inapropiado resulta también el desliz verbal de Antoni Noguera. Puede que los turistas que armaron la pelea sean insultados en las redes sociales, pero el alcalde de Palma no debería llamarles "basura". Como tampoco ayuda en algo conversar con la cónsul alemana, como si ella pudiera castigar a sus compatriotas con no poder salir de casa u controlar su aspecto antes de subir al avión en Alemania. Tampoco los tour­operadores tienen mucha culpa: no son sus folletos, sino la publicidad transmitida de boca en boca y en las redes sociales que muestran Mallorca como un paraíso de los excesos. Es obvio que la Policía Local tiene un problema estructural y está

desbordada. Su jefe tal vez reste demasiada importancia a los problemas de su equipo (pág. 6), pero tiene razón al argumentar que la solución no puede radicar en apagar fuegos mientras siga encendida la mecha.

Todos los responsables deberían volver a reunirse en otoño y analizar la situación sin la presión de tener que tomar medidas inmediatas, preparar un plan de seguridad antes de que empiece la temporada y sobre todo imponer las reglas del juego. Mientras que no se involucre y se le pida responsabilidades a quienes manejan los grandes templos de ocio, los próximos videos de escándalo en Facebook y compañía sólo son cuestión de tiempo.