Imagínese lo que también podría haber sucedido en las negociaciones sobre el convenio del sector turístico en Mallorca: después de marcharse la portavoz del sector hotelero surgen conflictos entre las grandes cadenas y las empresas familiares. Los sindicatos esperan en vano una oferta aceptable de aumento salarial. Los anuncios de huelga coinciden con el descontento sobre otra temporada de récords que llena los hoteles sin que los empleados vean algo de este maná. Y todo ello en medio de la llamada turismofobia, las crecientes protesta contra la afluencia masiva de visitantes.

El hecho de que no haya acabado así y de que los empleados del sector de la hostelería puedan esperar un 17 por ciento más de sueldo durante los cuatro años que vienen (pag. 8-9), no se ha de dar por supuesto - sobre todo en tiempos de otros conflictos latentes que van a más. Una razón parece ser la disciplina con la que se negoció entre bastidores, sin que titulares exagerados o mensajes polémicos en las redes sociales torpedearan las conversaciones. El gesto generoso tampoco parece haber resultado demasiado difícil a los hoteleros, habida cuenta de un nivel salarial bajo y las cajas a rebosar. Al fin y al cabo, la tacañería les habría resultado más cara. Ahora vienen incluidos en el convenio cuatro años de previsibilidad, paz social y una mejora de imagen.

Sin embargo, esta buena noticia para el mercado laboral isleño no ha de tapar los problemas estructurales que siguen existiendo y que tendrán consecuencias graves cuando la economía vuelva a estancarse. De una parte, ahí está la todavía insuficiente profesionalización debido a déficits en la formación escolar y profesional. Se ha de avanzar en este campo para que Mallorca no siga siendo una isla de trabajo precario. Por la otra, y sobre todo, el abuso de los trabajos a tiempo parcial y temporales facilitados por la reforma laboral española.