Desde luego: hay asesinatos que no se esclarecen nunca. Porque los autores han podido borrar todas las huellas, porque los investigadores han pasado por alto algún dato. Aun así, cuesta aceptar que no se resuelva nunca uno de los crímenes más espectaculares de Mallorca y que este incluso pueda prescribir, al menos en España, en los próximos días. Fue hace ya casi 20 años cuando probablemente asesinos a sueldo penetraron en la finca del empresario alemán Manfred Meisel, matándole a él, a su hijo de ocho años y a la empleada Claudia Leisten con tiros a la cabeza. Manfred Meisel no era cualquiera: Era el propietario del Bierkönig, el establecimiento de ocio nocturno por entonces más grande en la Playa de Palma, el que más facturaba. Después de su muerte, otros se repartieron el pingüe negocio con la juerga alemana: los hermanos Pascual, hasta día de hoy propietarios del Bierkönig, y Bartolomé Cursach, dueño del Megapark. El control sobre estos dispendios etílicos - verdaderas máquinas de hacer dinero - les permitió crear imperios empresariales con hoteles, discotecas, gimnasios. A los competidores se les mantenía a raya a punta de extorsión e intimidación. De sus métodos se murmuraba desde hace años, pero solo desde hace pocos años se documentan en sede judicial. Lo cual no es casualidad: antes se necesitó de la caída de sus aliados políticos en el Partido Popular comandado por el entonces president Jaume Matas y de la desmembración de una red de corrupción en el interior de la Policía Local, convertida en una especie de cuerpo auxiliar de los mandamases de la noche. Este sistema, esperamos, pertenece al pasado. Cursach está en prisión preventiva y Miquel Pascual, aunque en libertad, se encuentra encausado. Por supuesto que con ello no se pretende insinuar que hubieran tenido algo que ver con el asesinato de Meisel. Pero las autoridades judiciales y policiales bien podrían hacerles unas cuantas preguntas sobre qué es lo que saben del trasfondo del crimen, ahora que han perdido su nimbo de intocables. Todo con tal de que este caso no termine por, de verdad, prescribir.