Spanien beginnt erneut damit, irreguläre Migranten, die von Algerien aus auf die Balearen und auf die Festlandküste übergesetzt sind, in ihr Heimatland abzuschieben. Dass diese Abschiebung über Monate ausgesetzt worden waren, dürfte viel dazu beigetragen haben, dass allein im laufenden Jahr über 2.000 Menschen die gefährliche Überfahrt wagten. Und auch auf Mallorca und den Nachbarinseln ankamen, denn wir wissen nicht, wie viele bei dem Versuch gestorben sind. Laut Experten sind es wesentlich mehr, als wir uns vorstellen mögen.

Da hatte sich ein Tor geöffnet, das viele angesichts der Aussichtslosigkeit in Algerien nutzen wollten. Nun wird es wieder ein Stück weit geschlossen und den Abgeschobenen drohen in ihrer Heimat sechs Monate Gefängnis wegen illegaler Ausreise. Das dürfte einige potenzielle Migranten abschrecken, und deswegen ist die Wiederaufnahme der Abschiebungen – bei aller Härte für diejenigen, die davon betroffen sind – richtig. Untätig zuzusehen, wie Schlepperbanden die Migrationsroute Algerien–Balearen immer weiter ausbauen, war keine Alternative.

Wenn Migration für die Migranten nicht lebensgefährlich und für die aufnehmenden Gesellschaft nicht destabilisierend sein soll, muss sie möglichst geregelt stattfinden. Aber machen wir uns nichts vor: Solange diese Möglichkeiten nicht geschaffen werden – die zutiefst zerstrittene EU tut sich sehr schwer damit –, werden die Menschen weiter auf die Inseln kommen. Der Druck in ihren Heimatländern ist immens und wird immer größer. Und die Sonnenseite dieser Welt ist nur eine Bootsfahrt entfernt.

La devolución es lo correcto, pero no la solución

España comienza de nuevo a expulsar a su país de origen a los inmigrantes irregulares que han cruzado desde Argelia hasta las Islas Baleares y la costa peninsular. El hecho de que estas devoluciones durante meses estuvieran suspendidas probablemente ha contribuido en gran medida a que en lo que va de año más de 2.000 personas se atrevieran a acometer la peligrosa travesía. Y que llegaran hasta Mallorca y las islas vecinas, porque no sabemos cuántos murieron en el intento. Según los expertos, son bastantes más de los que queremos imaginar.

Se había abierto una puerta que muchos quisieron cruzar ante la desesperanza que impera en Argelia. Ahora, en cierta medida, esta puerta se vuelve a cerrar y los deportados podrían afrontar penas de seis meses de cárcel por haber salido ilegalmente del país. Es probable que esto disuada a algunos emigrantes potenciales, y por eso la reanudación de las devoluciones –con toda su dureza para los afectados– es lo correcto. Quedarse de brazos cruzados mientras las traficantes de personas siguen ensanchando la ruta migratoria argelino-balear no es una alternativa. Para que la migración no suponga una amenaza para la vida de los migrantes y una desestabilización para la sociedad de acogida, debe estar lo más regulada posible.

Pero no nos engañemos: mientras no se creen estas posibilidades –la UE, profundamente dividida, tiene grandes dificultades en ofrecerlas–, la gente seguirá viniendo a las islas. La presión en sus países de origen es inmensa y va en aumento. Y el lado soleado de este mundo está tan solo a un viaje en lancha.