Die Touristensteuer, die seit 2016 auf den Balearen erhoben wird, heißt genau genommen "impuesto del turismo sostenible", Steuer für nachhaltigen Tourismus. Eigentlich wäre es an der Zeit, sie in „Steuer für alles, was gerade so anfällt“ umzubenennen.

Die ohnehin schwammige Definition wurde über die Jahre immer weiter ausgedehnt. Erst kam die Wasserinfrastruktur dazu, dann der soziale Wohnungsbau, dann eine Metro, dann Corona, jetzt wurde sogar die Musikgala Los40 finanziert.

Für solcherlei Entscheidungen mag die Landesregierung eine Reihe von Argumenten zur Hand haben. Es gehe ja um die wirtschaftliche Erholung der Insel, und von dem Geld profitierten lokale Firmen. Die Maßnahmen seien mit den wirtschaftlichen und sozialen Akteuren abgesprochen. Und Corona sei nun mal eine Ausnahmesituation, in der darüber hinaus die milliardenschweren EU-Hilfsgelder für Nachhaltigkeitsprojekte aller Art bereitstünden.

Alle diese Argumente gehen aber am Kern der Sache vorbei. Die Touristensteuer wurde als zweckgebundene Abgabe eingeführt, nicht als Joker für unvorhergesehene Ereignisse. Zumal eine Musikgala keine Corona-Notfallmaßnahme ist, wie sie etwa der Kauf von Beatmungsgeräten wäre.

Die Art und Weise, wie die Linksregierung mit der Ecotasa umgeht, entlarvt die Bewerbung der Steuer als unglaubwürdiges Marketing und diskreditiert das Prinzip von Umweltabgaben. Vor allem aber: Nach den zahlreichen Haushaltstricks dürfte es zunehmend schwieriger werden, der Steuer künftig wieder ihren eigentlichen Sinn zurückzugeben.

Un impuesto para todo lo que haga falta

El impuesto turístico que se cobra en Baleares desde 2016 se llama literalmente „impuesto del turismo sostenible“. En realidad, sería el momento de rebautizarlo como „impuesto para todo lo que haga falta“.

La definición, ya de por sí vaga, se ha ido ampliando a lo largo de los años. Primero se añadieron infraestructuras hidráulicas, luego la vivienda social, después un metro, luego medidas para paliar la pandemia, ahora incluso se financió la gala musical de Los40.

El Govern puede tener argumentos para justificar estas decisiones. Dice que al fin y al cabo lo que importa es la recuperación económica de la isla, y que las empresas locales se benefician del dinero. Que las medidas se han acordado con los agentes económicos y sociales. Que la pandemia da lugar a una situación excepcional, en la que, además, están disponibles miles de millones en ayudas europeas para proyectos de sostenibilidad.

Pero todos estos argumentos no valen. La tasa turística se introdujo como un gravamen destinado a fines específicos, no como un comodín para imprevistos. Y una gala musical no es una medida de emergencia en la pandemia como lo sería la compra de aparatos respiratorios. La forma en que el Govern de izquierdas está gestionando la ecotasa desenmascara la promoción del impuesto como marketing inverosímil y desacredita el principio de los gravámenes medioambientales.

Pero sobre todo: después de tantos trucos presupuestarios, será cada vez más difícil devolverle a este impuesto su verdadero sentido.