Meinung | Kommentar

Die Playa de Palma hat mehr als Vollrausch zu bieten

Ein Kommentar von MZ-Vize Frank Feldmeier Alkoholkonsum und Exzesse im wichtigsten Tourismusgebiet von Mallorca

Die Party an der Playa de Palma läuft schon wieder auf Hochtouren

Die Party an der Playa de Palma läuft schon wieder auf Hochtouren / Pere Joan Oliver

Auch wenn es die Bilder von den Exzessen an der Playa de Palma anders suggerieren: Die Partymeile von Mallorcas wichtigstem Tourismusgebiet zieht durchaus verschiedene Zielgruppen an.

Es gibt Urlauber, die gerne gemütlich ein Bierchen oder einen Cocktail trinken. Es gibt Urlauber, die ordentlich Spaß haben und einen über den Durst trinken. Und es gibt Urlauber, die eskalieren. In den Fokus der öffentlichen Wahrnehmung schafft es vor allem diese Gruppe. Sie ist eine Zumutung für alle Beteiligten. Für die Anwohner und die Tourismusbeschäftigten. Für die Angestellten im Gesundheitssystem, die sich um die Fälle von Alkoholvergiftung und weitere Kollateralschäden kümmern. Und letztendlich auch für die Geschäftsleute an der Playa de Palma, die sich für den Imageschaden rechtfertigen müssen.

Jetzt könnte man den moralischen Zeigefinger gegen die Ballermann-Urlauber erheben. Der Punkt ist aber ein anderer. Die Partyzone ist nur der sichtbarste Ort für ein allgemeines Phänomen mit fließenden Grenzen, die gesellschaftliche Akzeptanz von (übermäßigem) Alkoholkonsum in seinen vielen Spielarten. Die Katharsis am Ballermann ist nur eine davon. Wer dieses Phänomen kritisiert, muss viele andere Dinge ebenfalls infrage stellen.

Die Anhänger des Vollrausches wiederum sollten mit Respekt statt dummen Sprüchen reagieren, wenn andere Urlauber lieber einen guten Drink genießen, Wasser bestellen oder dem Kater eine Joggingrunde mit Bad im Meer zu Sonnenaufgang vorziehen. Denn auch so lässt sich die Playa in vollen Zügen genießen.

La Playa de Palma también existe sin borrachera

Aunque las imágenes de los excesos etílicos en la Playa de Palma sugieran lo contrario: la milla de la fiesta en la zona turística más importante de Mallorca sin duda atrae a diferentes grupos objetivo.

Hay turistas que disfrutan con una cerveza o un cóctel. Hay turistas que se divierten y beben alguna cerveza de más. Y hay turistas que se exceden. Sobre todo este grupo está en el foco de la atención pública. Los perjudicacos son muchos. Los vecinos y los trabajadores del sector turístico. Los empleados del sistema de salud que se ocupan de los casos de intoxicación etílica y otros daños colaterales. Y, en última instancia, también los empresarios de la Playa de Palma, que tienen que justificar el daño de imagen.

Ahora, por supuesto, uno podría levantar el dedo moral contra este tipo de veraneantes del Ballermann. Pero la cuestión es otra. La zona de fiesta de la Playa de Palma es sólo el lugar más visible de un fenómeno general de fronteras fluidas, la aceptación social del consumo (excesivo) de alcohol en sus múltiples variedades. La catarsis del Ballermann es solo una de ellas. Quienes critican este fenómeno deben cuestionar también muchas otras cosas.

Por otro lado, los partidarios de la borrachera a tope harían bien reaccionar con respeto en lugar de hacer comentarios estúpidos cuando otros veraneantes se decantan por disfrutar de una buena copa, pedir agua o preferir una ronda de footing con baño en el mar a una resaca. Es otra forma de disfrutar plenamente de la playa.

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