España mira a Alemania con envidia
Para alguien que sigue la política en España a diario, una escapada a la campaña de las elecciones alemanas resulta casi terapéutica. Es como venir de una calle congestionada de tráfico donde todo el mundo toca el claxon y se insulta para entrar en una sala de conferencia donde se celebra un debate sosegado. Pese al fragor habitual en los debates entre los candidatos y las tertulias en televisión, se suele discutir sobre temas concretos y se mantiene el respeto al rival político.
El candidato a la cancillería de la CDU, Armin Laschet, ya con el comentario de que los socialdemócratas han estado del lado equivocado de la historia en política económica en la Alemania de posguerra provocó un gran indignación.
En España, el tono es unos cuantos decibelios más alto. La oposición suele tildar a Pedro Sánchez de incompetente y pide su dimisión semana tras semana. Le acusan de pactar con partidarios de terroristas, simpatizar con dictadores de izquierda latinoamericanos y de ocultar el número real de muertos por Covid. La creciente polarización y agresividad han llevado a extremos como el bloqueo de la urgente renovación de los órganos judiciales.
Mucha gente en España observa con algo de envidia cómo en Alemania se presentan varias posibles constelaciones para formar gobierno. En España, los partidos prefieren descartarse mutuamente. Ni siquiera es factible un pacto entre Ciudadanos y socialistas, pese a que ambos se consideren centristas. La capacidad de lograr consensos como en Alemania, hoy por hoy, es un sueño lejano en España.