Emigrar para los niños es una imposición
El ser de alguna parte, la heimat, es en muchos sentidos una cuestión de pertenencia, y esta pertenencia se construye a lo largo de los años. Los extranjeros que, por el motivo que sea, se trasladan a Mallorca de forma permanente puede que dejen su tierra natal pero su pertenencia –o afiliación–,ahí sigue.
Al menos cuando de adultos se trata. Con los niños suele ser diferente. Todavía están en proceso de adquirir esta pertenencia. Cuando se les pregunta si quieren „emigrar“ a Mallorca, suelen responder que no, informa una psicóloga. A los niños no les gustan los cambios, bastante tienen con desprenderse poco a poco de la familia y encontrar su lugar en la sociedad y sus mecanismos. La emigración interrumpe esto abruptamente.
De repente, se encuentran en un entorno completamente diferente, con gente diferente, reglas diferentes, uno o incluso varios idiomas diferentes. Esto es enriquecedor, sí, pero en última instancia también es una imposición. Los niños tienen que empezar de nuevo a construir su pertenencia, su heimat. Es más fácil para los más jóvenes, que todavía están muy orientados a la familia, pero para los mayores puede ser traumático y, en última instancia, llevar a que pierdan por completo este sentido de pertenencia y posiblemente se sientan desarraigados de por vida.
Al no querer mudarse, los niños parecen sentir lo que esto podría acarrear, aunque apenas puedan evaluarlo racionalmente. Los que sí lo pueden y deben hacerlo son los adultos que se mudan con ellos.