La identidad surge de la mezcla de la autopercepción y la percepción de los demás. En este sentido, encuestas como la del Real Instituto Elcano sobre cómo ven los españoles Alemania ayudan a clasificar el alma nacional. En Alemania, donde a la gente le gusta quejarse de lo mal que va todo, uno podría sorprenderse de que los españoles admiren el sistema económico. O quizá no, porque no tan secretamente los alemanes obviamente piensan que su sistema económico es bastante estupendo. Nada en contra de que los demás también lo vean así.
Los alemanes, por otra parte, no han de estar demasiado tristes de que los españoles no encuentren tan sabrosa su comida. Igual que una ensaimada llevada a Alemania en el avión es un asunto bastante desagradable, la comida alemana en España sabe más bien mediocre. Dado que la mayoría de los participantes en el estudio nunca han estado en Alemania, no es de extrañar que no aprecien los méritos de las maultaschen, el kartoffelsalat o el schwartenmagen.
Quedan entonces clichés como el orden, la puntualidad y la diligencia. Es innegable que existen. Lo sabes sobre todo cuando llevas dos naciones dentro, tanto por los genes como por la socialización. Mi parte alemana se asombra de la poca pasión mediterránea que a veces tengo. Mientras, el español dentro de mí se pregunta cómo era eso del sentido del orden. Pero no pasa nada. Al final, uno se conoce. Y en caso de duda, hago una encuesta.