Cuando el técnico del Real Madrid, Rafa Benítez, después de la humillación del 0:4 en el Clásico, fue preguntado por un periodista si había sido él quien decidió la alineación o si el club había interferido, el entrenador de los blancos dejó ciertas dudas respecto a su autoridad. Contestó después de una pausa, y la respuesta no fue del todo clara, lo que bien se puede interpretar como una admisión de ingerencia.

Todo indica que Benítez no es el único: las intromisiones por parte de los presidentes de los clubes no se limitan a la elite futbolística.

También los propietarios alemanes de los dos clubes de fútbol más importantes de la isla tienden a comunicar claramente sus ideas deportivas a sus técnicos. En principio, nada que objetar. El gestor Utz Claassen y el empresario Ingo ­Volckmann son los principales inversores en sus clubes y por lo tanto, los que mandan. Y ambos, con su dinero, ­posiblemente han salvado a estos clubes de la desaparición.

Sí resulta problemático, sin embargo, que estos dos inversores con sus intromisiones le nieguen la capacidad profesional a sus técnicos. En el caso de Utz Claassen, tal vez resulte comprensible el rapapolvo antes del último partido de Albert Ferrer. El presidente quiso motivar al equipo y volver a instar al entrenador a que por fin se juegue de manera más ofensiva. Pero implícitamente también dio a entender que Ferrer no sabe de su oficio. Parece que Volckmann, así se comenta, incluso llegó a intentar influir en la alineación del equipo. Gustavo Siviero no quiso aceptar la intromisión. Como resultado ha perdido su puesto y todo el episodio deja un sinsabor amargo. Con Christian Ziege ahora llega otro alemán a Mallorca. El posible mensaje: los españoles no dan la talla. Hay un dicho que reza que el mundo sanará gracias al carácter alemán. Claro que las connotaciones no son del todo positivas.