Visto desde lejos, el colorido proyecto de viviendas de la plaça Gomila en Palma puede parecer una idea extravagante (p. 8–9). Un proyecto de prestigio para ricos extranjeros, otro barrio que se está gentrificando. Y en parte esta opinión no es errónea. Las casas no mejorarán la situación de la vivienda en Palma. Los alquileres que se piden son una barbaridad, no sólo teniendo en cuenta los sueldos que se pagan aquí. Pero así sucede en toda la ciudad. La codicia de los arrendadores no se limita a Gomila.
Pero también se pueden resaltar los pequeños pasos de bebé hacia un cambio positivo inherentes a este proyecto. Por ejemplo, el hecho de que no haya alquileres vacacionales en las casas, sino que se instalen inquilinos con contratos de larga duración. Que se intente integrar el barrio, al menos un poco. Que incluso la asociación de vecinos vea con buenos ojos el proyecto porque garantiza la limpieza y un comportamiento un poco más civilizado.
Y luego está lo más valioso de este proyecto: por fin alguien se lo ha currado. El diseño de las casas y los pisos es ingenioso. Desde el punto de vista arquitectónico, la nueva plaça Gomila pone un signo de exclamación. En lugar de construir otro edificio blanco con pisos de lujo al „estilo mediterráneo“ (dan ganas de llorar), el arquitecto Guillermo Reynés y sus socios han tenido el valor de crear algo nuevo y elegante. Y eso ya vale mucho en esta ciudad con su enfermizo mercado inmobiliario.