Vivir en las Islas Baleares es un privilegio. Si no fuera así, nosotros, los residentes extranjeros, no habríamos trasladado nuestro lugar de residencia a Mallorca o una de las otras islas. Pero la vida aquí tiene su precio, un precio que los que viven en las islas perciben día a día en un sinfín de ocasiones: la gasolina más cara del país, los alquileres y precios de vivienda entre los más costosos, la ropa, la alimentación €

casi todo cuesta más aquí que en la península.

No es por tanto descabellado que el Govern exija en Madrid un régimen especial para paliar los costes de la insularidad. Lo tiene que hacer. Ya la cuestión de a qué puntos termine por acceder Madrid es harina de otro costal. Hay que negociar. Lo que sorprende es el momento y la dimensión de la campaña. Desde hace 19 años las Islas Baleares tienen un régimen especial, que apenas tenía transcendencia, aparte del descuento aéreo y marítimo.

Desde hace 19 años se podría haber luchado contra este estado de cosas. Ahora, en pleno verano caluroso y bochornoso, se monta una campaña con spots publicitarios en la televisión, en la radio y anuncios en los periódicos. Los dos chicos, Pep y Andreu, protagonistas de los spots, son omnipresentes, y ello puede que tenga que ver también con el hecho de que algunas cosas en las islas últimamente no han salido demasiado bien. La ley para la regulación del alquiler turístico ha sufrido un duro revés, muchos mallorquines están hartos del turismo de masas, y la basura se sigue amontonando en calles y torrentes.

Viene bien, por tanto, fijar la atención -también de los votantes- en un tema potencialmente positivo. El consenso respecto al reclamo de un nuevo régimen especial es grande. Hasta la oposición conservadora apoya ostensiblemente la ofensiva lanzada en Madrid. Ay, si todas las controversias en las islas se encararan de esta manera.