Un proyecto piloto sólo es el principio
La planta con la que se ha iniciado la fase de prueba para producir hidrógeno recuerda a un contenedor. Al verla, cuesta creer en una revolución. ¿Es esta la base del tan proclamado cambio energético en Baleares, tan lento hasta ahora? Los grandilocuentes anuncios traen a la memoria el tema de la electromovilidad, en el que la isla también se presentaba como un territorio predestinado. Años después, los coches eléctricos sólo constituyen una proporción insignificante del parque automovilístico.
Sin embargo, el proyecto en la antigua fábrica de cemento de Lloseta es demasiado importante para ser recibido con un pesimismo generalizado. Hay varios aspectos que dan pie a la esperanza. Para comenzar, se ha dado la señal de salida: la producción está en marcha, se han superado todos los obstáculos burocráticos y se ha fijado el rumbo. También están los socios del proyecto: participan gigantes de la economía española, el sector privado y el público tiran en la misma dirección. También fluye el dinero, y la UE ha dejado claro con su subvención que apoya el proyecto. La isla, tan dependiente del tráfico marítimo y aéreo, puede ser un buen ejemplo para mostrar el crucial papel que puede tener el hidrógeno en la descarbonización. De lo que se requiere ahora es de fuerza de resistencia para que la energía verde pueda superar la fase piloto y penetrar en todos los ámbitos de la economía. En cualquier caso, hay espacio suficiente para ampliar las instalaciones de producción en la antigua fábrica de cemento.