Die unter den Bewohnern der Insel häufig vorherrschende Betrachtungsweise der sich abzeichnenden Rekordsaison und auch des Flughafens ist meist von Unbehagen geprägt. Will man wirklich wieder diese Urlaubermassen? Sind die Grenzen der Belastbarkeit nicht schon längst überschritten? Geht das alles noch gut? Diese durch die weltweite Gesamtwetterlage noch zusätzlich verdüsterte Sichtweise lässt jedoch einen unbestreitbaren Fakt in den Hintergrund rücken: Solange die Urlauber kommen, geht es gut. Vorerst.

Das beste Beispiel dafür ist Palmas Flughafen, der wesentlich besser mit den Spätfolgen der Pandemie und dem Urlauberansturm zurechtkommt als die Airports in Deutschland. Das gilt auch für die gesamte Tourismusbranche Mallorcas. Sie ist eine eingespielte Maschinerie. In der Hochsaison läuft sie zur Hochform auf. Alle Rädchen greifen dann ineinander, vom molochartigen Flughafen über eine ganze Armada von Bussen und Mietwagen bis zu den über tausend Hotels, den vielen Restaurants, den ungezählten Freizeitangeboten.

Dieses Zusammenspiel basiert auf einer jahrzehntelangen und fortlaufend angereicherten Erfahrung, wie man Millionen von Urlaubern Erholung verschafft und damit Einnahmen für die Insel und ihre Bevölkerung generiert. Wenn man die gegenwärtige Hochsaison so betrachtet, kann man nur den Hut ziehen vor den Menschen, die da schuften, und ihrer gewaltigen Leistung.

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Was aber wiederum nicht den unbestreitbaren Fakt in den Hintergrund rücken lassen darf, dass es so überhitzt nicht mehr weitergehen darf.

Quitarse el sombrero ante esta industria turística

La visión de la inminente temporada turística de récord y también del aeropuerto que suele prevalecer entre los residentes de la isla se caracteriza mayoritariamente por cierto malestar. ¿De verdad queremos volver a tener estas aglomeraciones de visitantes? ¿No se han superado ya los límites de lo sostenible? ¿Irá bien? Sucede, sin embargo, que esta visión, oscurecida aún más por la situación global, hace pasar a un segundo plano un hecho indiscutible: mientras vengan los veraneantes, todo va bien. Por el momento.

El mejor ejemplo es el aeropuerto de Palma, que está soportando mucho mejor los efectos tardíos de la pandemia y la avalancha de viajeros que los aeropuertos de Alemania. Y ello vale también para todo el sector turístico de la isla, un engranaje bien engrasado que en temporada alta alcanza su mayor rendimiento. Desde el gigantesco aeropuerto pasando por una verdadera armada de autobuses y coches de alquiler hasta llegar a los más de mil hoteles, los numerosos restaurantes y las innumerables actividades de ocio, todo cuadra.

Son décadas de experiencia continuamente enriquecida sobre cómo proporcionar descanso y diversión a millones de turistas y de esta manera generar ingresos para la isla y su población. Viendo la actual temporada alta, uno solo puede quitarse el sombrero ante las personas que se dejan la piel en este su trabajo.

Aunque todo ello, a la inversa, tampoco ha de dejar que pase a un segundo plano el hecho indiscutible de que no podemos seguir así a este ritmo de vértigo.