Estallado como una pompa de jabón
El juicio contra el propietario de Megapark, Bartolomé Cursach, ha terminado ... y uno no salde de su asombro. Nada queda de las investigaciones iniciadas en 2013 a raíz de una redada contra los Hells Angels y su jefe Frank Hanebuth, nada de las numerosas declaraciones de los testigos y nada de los miles de folios de expedientes judiciales con gravísimas acusaciones contra el empresario y, al inicio, otros 23 acusados, entre ellos 14 policías. Todo se ha desvanecido.
La supuesta red corrupta entre el empresario de la noche, policías locales y políticos, de la que durante años sospecharon jueces instructores y fiscales, no ha podido ser probada. ¿Acaso es posible que no haya habido nada de cierto en todas estas acusaciones de las que también este periódico informó durante años? ¿Que no haya cenagal de corrupción alrededor de las grandes discotecas de la Playa de Palma y Magaluf, esas verdaderas máquinas de imprimir dinero?
Quienes en su día estuvieron al frente de la investigación – el juez de instrucción Manuel Penalva y el fiscal Miguel Ángel Subirán – se negaron a creerlo y acabaron optando por métodos de investigación cada vez más rabiosos y, probablemente, ilegales. Sus pruebas estallaron como una pompa de jabón.
¿Es posible que no haya habido nada en absoluto? En la práctica, no importa lo que se crea. El juicio ha terminado, el fiscal se disculpa con lágrimas en los ojos, los acusados pueden respirar aliviados. Bartolomé Cursach y su segundo Bartolomé Sbert, eso es seguro, no serán procesados de nuevo. Nada se les ha podido probar.