699 días es mucho tiempo. Es el tiempo que las mascarillas en Mallorca fueron obligatorias en espacios interiores. Introducidas poco más de dos meses después del inicio de la pandemia porque simplemente no había suficientes mascarillas disponibles al principio, el trozo de tela en la cara se convirtió rápidamente en un símbolo de la pandemia. Y en un utensilio indispensable para la protección de los ancianos y los más vulnerables de la sociedad. La gran mayoría de los mallorquines –al igual que los españoles– lo comprendieron rápidamente y se resignaron a la menor y a la vez más eficaz de las restricciones posibles.
Ahora también se puede andar sin mascarilla, aunque no se debería. Al menos no en todas partes. Siempre que se reúnan muchas personas, como en el transporte público o en eventos, el sentido común y la consideración mutua dictan que se sigan usando mascarillas. Al menos hasta que Covid-19 deje de ser un problema. Al fin y al cabo, varios cientos de personas siguen muriendo cada día en Alemania a causa de la enfermedad o con ella.
Y todo parece indicar que la mayoría de la gente querrá seguir usando mascarillas. Según una encuesta del diario „El País“, cerca del 70 por ciento de los españoles tiene intención de seguir tapándose la boca y la nariz en tiendas, cines o teatros. Y en una encuesta realizada por Mallorca Zeitung, el 40 por ciento de los participantes seguía diciendo que no quería prescindir de la mascarilla. Sería una buena noticia que así fuera.