Existe un conflicto generacional en Europa, o al menos esto se desprende tanto de las elecciones en España como del referéndum sobre el brexit. Aquí, la gente mayor, según las encuestas, se ha decantado mayoritariamente a favor de la continuidad de la política conservadora de

Rajoy, mientras que los votantes menores de 45 años tendieron a votar a Unidos Podemos o Ciudadanos que prometían un nuevo estilo político. Dado que la gente mayor es la mayoría, el resultado resulta poco sorprendente. Mientras las elecciones en España representan lo que pasa en una democracia normal y sus consecuencias, en un principio, se limitan a los próximos cuatro años, los resultados en Gran Bretaña tienen efectos mucho más dramáticos (pág. 4). Allí, una generación mayor y retrógrada se ha dejado seducir por populistas racistas, nacionalistas y mentirosos. Todo parece indicar que la cuenta la pagarán sus hijos y sus nietos. Un comportamiento parecido ya se había visto en el año 2014 en el referéndum sobre la independencia escocesa. Ahí los mayores habían votado por quedarse en el reino. Habida cuenta que Escocia ahora ha votado con amplia mayoría en contra del brexit, el resultado de hace dos años es especialmente trágico. Pero tanto en Gran Bretaña como en España la participación de los jóvenes ha sido menor que el promedio general. No se vale quejarse de la política y al mismo tiempo ser demasiado perezoso para levantarse del sofá. La democracia necesita de la participación. Si a alguien un agitador como Nigel Farange o un partido sacudido por la corrupción como el PP le dan miedo, lo puede manifestar en las urnas. Por otra parte, tampoco se ha de pensar que - aparte del brexit, ahí la cosa está bastante clara - los votantes jóvenes sean más inteligentes que los demás. El partido AfD en Alemania también consigue votos jóvenes, igual que el Front National en Francia. El odio y el racismo no son cuestión de edad sino de

formación y educación.