Man könnte spontan in den Jubel darüber mit einstimmen, dass die balearische Landesregierung die Zuständigkeit für die Küstenbehörde bekommt. Es ist ja nur logisch, dass eine Inselregierung auch über die eigene Insel entscheidet. Doch ist die Übertragung der Kompetenzen allein schon eine gute Nachricht?

Zunächst einmal sollte man bei allem Ärger über die Mammutbehörde ihre Verdienste herausstellen. Sie sorgt dafür, dass Spaniens Küste sozusagen allen gehört und im Gegensatz zu anderen Ländern wie Italien kein Privatbesitz am Strand möglich ist – weder im Fall von Hotels noch im Fall von vermögenden Besitzern von Ferienhäusern. Eine Tatsache, die in der derzeitigen Ausverkaufsdebatte nicht unwesentlich ist. Und auch die Zuständigkeit im fernen Madrid hatte Vorteile: Kein örtlicher Unternehmer konnte für die nötige Konzession eines Betriebs an der Küste so einfach seine Beziehungen spielen lassen, wie das etwa bei einer Lizenz des Rathauses der Fall sein könnte.

Klar ist aber auch, dass die Küstenbehörde effizienter und transparenter werden muss. Es kann nicht sein, dass Konzessionen erst gewährt werden, wenn die Saison längst begonnen hat. Und es trägt nicht zur Rechtssicherheit bei, wenn Betreiber von Lokalen an der Küste über Jahre oder Jahrzehnte in einer juristischen Grauzone agieren. Gerade angesichts der gewaltigen Herausforderungen durch den Klimawandel ist eine agile und schlagkräftige Küstenbehörde nötig. Sollte das der Landesregierung mit ihrer neuen Zuständigkeit gelingen, dann ist wirklich Grund zum Jubeln.

Costas pone a prueba Baleares

A primera vista, cabría estallar en júbilo por el hecho de que el Govern balear reciba las competencias de Costas. Es lógico que una administración insular decida sobre sus propias islas. Pero, ¿es la transferencia de competencias, por sí sola, una buena noticia?

Pese a todos los problemas con la administración del Estado central, en primer lugar, cabe destacar sus méritos. Garantiza que la costa española sea de todos, por así decirlo, e impide que a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en Italia, la playa se convierta en propiedad privada de hoteleros o propietarios de viviendas vacacionales. No es esto baladí en el actual debate sobre las compras de casas por extranjeros. Que la lejana Madrid tuviese las competencias de Costas también tenía sus ventajas: ningún empresario local podía mover sus hilos para obtener la concesión de un negocio en la playa con la facilidad con la que quizás lo pudiera hacer a la hora de obtener una licencia del ayuntamiento.

Pero también está claro que Costas debe ser más eficiente y transparente. No puede ser que las concesiones solo se otorguen cuando la temporada de verano hace tiempo que ha comenzado. Y no contribuye a la seguridad jurídica que los dueños de chiringuitos operen durante años o décadas en un limbo legal. Especialmente en vista de los enormes retos que plantea el cambio climático, se requiere una autoridad costera ágil y poderosa. Si el Govern balear lo consiguiese con sus nuevas competencias, entonces sí habría motivos para alegrarse.