Ukrainer betonen in Gesprächen und in Interviews immer wieder, wie viel Hilfe sie aktuell bekommen. Sie zeigen Bilder von Unterkünften auf dem europäischen Festland, erzählen von Spenden und hilfsbereiten Menschen, die an der polnisch-ukrainischen Grenze Fahrten in verschiedene Länder anbieten (S. 6).

Vielleicht müssen sie sich auf die schönen Seiten der Krise konzentrieren, um nicht bei all der Angst um Freunde und Familie zu verzweifeln. Dass sie Hilfe bekommen haben, als sie in größter Not waren, bedeutet ihnen jedenfalls jetzt schon viel und wird ihnen auch in Zukunft im Gedächtnis bleiben.

Bisher war es leicht, Solidarität zu zeigen: Demos und Bilder in den sozialen Medien, Sachspenden, die in Lkw zur Grenze gefahren wurden, oder Geldspenden. Einige Menschen bieten Wohnraum für Geflüchtete an (S. 7), wobei natürlich nicht jeder auf einer Insel mit so teurem Wohnraum Platz übrig hat.

Aber jetzt kommt der Moment, an dem die Solidarität auf die Probe gestellt wird. Denn Solidarität kann auch wehtun. Schon jetzt steigen Gas- und Energiepreise in nie dagewesene Höhen. Auf Mallorca sind die täglich aktualisierten Stromtarife aktuell fast zehnmal so hoch wie noch vor einem Jahr und 90 Prozent teurer als bei Beginn des Krieges vor zwei Wochen.

Es dürfte auch in nächster Zeit so weitergehen. Damit die Solidarität nicht bloß eine Anekdote aus der Anfangszeit der Krise wird, müssen wir durchhalten und weiter gegen den Krieg eintreten. Im Notfall heißt das eben: Lichter aus für die Ukraine.

En entrevistas y en conversaciones muchos ucranianos enfatizan cuánta gente les está ayudando. Enseñan fotos de los alojamientos de refugiados en diferentes sitios de Europa, cuentan de donaciones y de voluntarios que en la frontera entre Polonia y Ucrania ofrece llevar a los refugiados a diferentes países. A lo mejor, se tienen que concentrar en el lado positivo de esta crisis para no desesperar de preocupación por la suerte de sus amigos y familiares. Que se les esté ayudando cuando más lo necesitan, en todo caso, ya ahora significa mucho para ellos y seguramente les quedará en la memoria.

Hasta ahora ha sido fácil ser solidario: manifestarse en la calle o en las redes sociales, donar comida, medicina o dinero. Algunos ofrecen también alojamiento para refugiados, aunque por supuesto en una isla con un precio de vivienda tan elevado no todo el mundo tiene esta posibilidad.

Pero ahora llega el momento en el que la solidaridad se pone a prueba. Porque la solidaridad también puede doler. Los precios del gas y la energía ya están en máximos. En Mallorca, las tarifas de la luz, diariamente actualizadas, son casi diez veces más altas que hace un año y un 90 por ciento más caras que al principio de la guerra hace dos semanas. Y van a seguir subiendo. Para que la solidaridad no acabe siendo una anécdota del principio de la crisis, tenemos que perseverar y seguir manifestándonos en contra de la guerra. Aunque eso signifique apagar las luces para ayudar a Ucrania.